sábado, 10 de enero de 2015

Cuatro cajas, cuatro colores

Opaí, felíz anus. Mi navidad me encanta: hace un frío de cojones, comida sin pasarse demasiado (¡Sólo engordé un kilo y medio, eso no cuenta!), anochece enseguida, las emociones se aceleran... se me junta con el cumple además, y como tengo unos amigos estupendos, me suele caer algo de rol. 

En este caso, me regalaron la poderosa caja verde de la Marca del Este. Cómo son. Y como tenía la azul y la negra, me tuve que comprar la roja para tener las cuatro, y no hacer el ridículo, como comprenderéis. ¿Ves Vikki, como no es una escusa de mierda para comprarme otro juego de matar orcos de esos? 

Ains... la marca del este... Es justo que le dedique una entrada a este juego, pues es el que me hizo recuperar las ganas de mazmorrear y a través del cual descubrí la vieja escuela. Un día te gastas diez euros en una tienda de cómics, más por curiosidad que otra cosa... y tu mundo friki gira 180º, y todo vuelve a tener sentido.

Pasa algo alucinante con este juego. Adoro mi DCC RPG (clásicos del mazmorreo), como sabéis. Es un juegazo y el que he elegido para hospedar mi campaña de aventuras de espada y brujería. Pero también me gustan otros muchos retroclones, y juegos de rol de fantasía. Véase Dragon Age, Warhammer Fantasy, Lamentations of the Flame Princess...

Pero la marca, ojito ahí, es el juego al que quiero jugar como jugador, y el que uso para dirigir esas partidillas "para mañana" o "para ahora, dejadme leer el módulo media hora".


Dirigiendo DCC, tengo la sensación de jugar a algo setentero, de la vieja escuela, muy pulp sí, pero se siente fresco para nosotros. Les pasa también a mis jugadores, puesto que nunca habíamos jugado así. En DCC hay cosas que son totalmente nuevas e incluso rompedoras para el juego tradicional y que serán extrañas para gente que lleve en esto desde hace varias ediciones.

Pero jugar a la Marca es un ejercicio puro de nostalgia y de re-aprender a jugar. Personajes sencillos, cuatro reglas, morir cada media hora, saquear cada cosa que encuentras y la pila de objetos mágicos chulos, que hacen falta, hacen falta... Con todas sus gloriosas rarezas y entrañables misterios, con sus particularidades ya históricas, como los durísimos comienzos (especialmente del mago), sus tablas de ¡reacción del monstruo!, sus tiradas de salvación de aliento de dragón, los personajes tirando para escuchar ruidos a cada esquina, los px por tesoro...

Quizás digo esto desde el furor del jugador, pues en la Marca es mi hermano quién se esconde tras la pantalla del Dungeon Master. Pero chico, qué divertido es. En cuatro sesiones de Aventuras en la Marca del Este, todo mi grupo de juego ha vuelto a 1999 y a menear el rabo discutiendo sobre objetos mágicos, monstruos, a dónde viajar en la próxima sesión o cómo nos vamos a equipar. Abel en concreto, se vuelve a su Uruguay pertrechado con un manual de bolsillo recién comprado y con mil ideas en la cabeza, otro que vuelve al redil.

Para empezar, si alguien me pidiese que recomendase un producto para iniciar a alguien en el rol, este sería sin ninguna duda la caja roja de la marca del este, o su edición de bolsillo. Por varias razones que pasaré a exponer.

Aventuras en la Marca del Este es el juego de rol mejor escrito que jamás he tenido. Punto. Es un antes y después, en serio. Y ahora me voy a poner gayer: la prosa de Pedro Gil y cía. no es que se deje leer, es que abraza al lector con un cariño y nostalgia cálidos y embriagadores, con cercanía, humildad y estilo evocador sobre todas las cosas. Se nota que aman D&D, que ese juego saca lo mejor de ellos, que tienen los mejores recuerdos atesorados junto a fichas y dados. Me atrevería a decir incluso, que se nota que han escrito el juego pensando quizás, en sus hijos.

Aunque pueda haber sistemas más sencillos, no están comunicados con el mimo y pasión que se estila en este juegazo. Las mecánicas de la Marca se pueden pulir sí, para simplificarlo, aún más si cabe. Pero todo se entiende a la primera. Es casi como si tu primo mayor, el guay, que lleva camisetas de Iron Maiden, te explicase el juego disfrutando de una bolsa de pelotazos y una pepsi-cola. Y no se me ocurre mejor forma de empezar a jugar a rol que apadrinado por un veterano.

No es que el libro invite a jugar, es que tras leer diez páginas estás imprimiendo las fichas. Y es asombroso como ese estilo directo, sencillo, humilde y divertido del texto de los manuales se materializa y se plasma, en la mesa de juego... directamente juegas a lo que estuviste leyendo... y tras tres partidas estás gritando: ¡Por Robleda! 

Esto mismo se traslada luego al blog, al códex... habiendo un ejercicio titánico de buenas relaciones públicas, y la afición ha respondido como es normal, con un amor y cariño enorme hacia nuestra abanderada versión del juego que hizo soñar a muchos. Hay una comunidad prolífica de jugadores y fans de la Marca del Este. Y hay sitios y sitios con toneladas de material gratuito, propio y adaptado de otros juegos o ediciones... foros, y blogs, donde uno se siente arropado por otros amantes del juego.

Sirva esta entrada como mi sentido reconocimiento a la hazaña de este grupo de amigos, que desde su Lorca natal, sacudieron el panorama rolero de todo el país ya hace unos añitos, o por lo menos el panorama rolero de mi persona, y siguen ahí al pie del cañón siendo un ejemplo de savoir faire.

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